miércoles, 27 de junio de 2012

Cuando no existe más recurso que la fé... ya que estos mueven montañas...

Como todos los temas que nos rodean, existirán quiénes crean y quiénes no, pero hay momentos en que todo puede ir al suelo con la ciencia y con todo lo que la lógica enseña.. como tal es el caso de Miguel Juan Pellicer.
¿Existen o no existen los milagros? 

La Oficina Médica de Lourdes es un ente que desde 1882, se encarga de recibir los millones de casos de curaciones supuestamente milagrosas de todo el mundo. Para que se declare un milagro, se aplican cuatro criterios: que el diagnóstico de la enfermedad sea perfectamente claro, que el pronóstico sea permanente o terminal a breve plazo, que la curación sea súbita, y que ningún tratamiento pueda considerarse como origen de esa curación, ni siquiera que la haya favorecido por esta razón. Menos de un centenar de estos casos son verdaderamente aceptados como tales; pero bien vale decir casi sin temor a equivocarse que ninguno o casi ningún otro tiene las caracteristicas del de aquel a quien nos referimos y que llevara al propio rey Felipe IV a besar la pierna de un súbdito suyo como lo confirma la historia.

Nuestro protagonista nació en Calanda (Teruel) en Marzo de 1617, en una humilde familia de labradores y a los 19 años se traslada a Castellón, a casa de un tío suyo. Según la narración, llevando un día de finales de julio de 1637, un carro cargado de trigo y tirado por dos mulas, sobre una de las cuales cabalgaba Miguel Juan, cayó éste a tierra, pasándole una rueda del carro sobre su pierna derecha y fracturándole la tibia en su parte central. Es trasladado a Valencia e ingresa en el Hospital Real el día 3 de agosto de 1.637, según consta en el Libro de Registro, que aún se conserva. En este hospital sólo permanece cinco días, ya que añora sus tierras por lo que solicita permiso para trasladarse a Zaragoza, y después de casi dos meses de un tortuoso viaje llega a su destino a primeros de octubre de 1637.
 

La primera visita que realiza en Zaragoza, nada más llegar, es al Templo de Nuestra Señora del Pilar de la cuál es muy devoto. Y a continuación es ingresado en el Hospital General de Nuestra Señora de Gracia, allí le atiende el cirujano Juan de Estanga, a la sazón Catedrático de medicina de la Universidad de Zaragoza. Viendo el lamentable estado de la pierna de Pellicer -que se encontraba ya en estado gangrenoso-, y tras consultar con los cirujanos Miguel Beltrán y Diego Millaruelo, decide amputarle la extremidad unos cuatro centímetros por debajo de la rodilla.

Dicha pierna fue enterrada por un practicante en el cementerio del hospital, dentro de un hoyo. Se le dió de alta en el hospital, se le colocó una pierna de madera y se le proporcionó una muleta en la primavera de 1638.

Para sobrevivir hubo de recurrir a la limosna en una de las puertas del Templo del Pilar  lo que aprovechaba para oir misa todos los días en la Santa Capilla, a la vez que se ungía con aceite de las lámparas el muñón de la pierna para intentar suavizar el dolor.
Esta vida de Miguel Juan duró unos dos años, ya que decidió volver a su casa de Calanda. Después de una dura jornada de trabajo en su casa, aproximadamente las diez de la noche, entran sus padres en la habitación “a luz de candil”, y perciben una “fragancia y olor suave no acostubrados allí”, y al acercarse su madre para comprobar como se había acomodado Miguel Juan en el lecho improvisado de aquella noche, lo encuentra durmiendo, pero, según la leyenda local, ve admirada que por debajo de la capa paterna asomaban no uno sino los dos pies cruzados. Sus padres lo despertaron del profundo sopor en que se encontraba, ya en los primeros momentos, a la luz del candil logran observar la persistencia de viejas cicatrices de la “pierna amputada” las cuales eran la de la carreta al pasar por encima, una de un grano mal curado y otra de un perro que le había mordido. Pero al momento del accidente, el joven aún no había completado su desarrollo, la pierna era un poco más corta que la otra, por lo que se le conoció como el cojo de Calanda. Debieron pasar 2 meses antes que estuviese completamente normal.

El día 2 de abril, cinco días después D. Miguel Andreu  notario de Mazaleón, levanta acta notarial de “tan impresionante hecho”. El original de esta Acta con todo el protocolo del año 1640, se conserva en el Archivo del Ayuntamiento de Zaragoza, el 25 de abril Miguel Juan y sus padres llegan a Zaragoza para dar gracias a la Virgen del Pilar.  El Cabildo de Zaragoza remitió al Conde-Duque de Olivares la información del hecho para que, a su vez, la pusiera en conocimiento del Rey Felipe IV. Declaran en dicho proceso: Facultativos y sanitarios (5 personas), entre ellos el cirujano que le amputó la pierna, familiares y vecinos (5 personas), autoridades locales (4 personas), autoridades eclesiásticas (4 personas), personajes diversos (6 personas, destacando a dos mesoneros de Samper de Calanda y de Zaragoza).

A finales del siglo XVII, comienza la construcción en Calanda de un templo, ubicado en la casa en donde se ubicara la habitación del joven y dedicado a la Vírgen del Pilar, a quien se le atribuye el milagro.

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