En octubre de 1923, Billy Miske, 'El Rayo de St. Paul', uno de los
mejores boxeadores del peso pesado del mundo, rumiaba una mentira y una
pena demasiado grande.
La historia de la Navidad más triste
Hacía nueve meses que no peleaba porque se sentía verdaderamente mal,
y veía cómo su vida se desmoronaba: un negocio de coches que había
montado con un amigo era un desastre, y su familia estaba tan arruinada
que había tenido que vender casi todos los muebles de su casa.
Hacía nueve meses que había dicho que se retiraba del boxeo porque
era demasiado viejo. En los años 20, un boxeador a los 29 años acumulaba
ya demasiado castigo. Pero no, no lo había dejado por eso: cinco años
antes, su médico, el doctor Andrew Sivertsen, le había detectado la
Enfermedad de Bright, un trastorno degenerativo en los riñones. "Con
suerte, te quedan unos años de vida. Pero tienes que dejar el boxeo".
Nunca le hizo caso, y siguió encima de los rings hasta que en enero
de 1923, tras un fácil combate en el que ganó a Harry Foley por KO en el
primer asalto, se sintió morir. Pero disimuló, como llevaba haciendo
mucho tiempo: de su enfermedad sólo sabía el médico, su mánager, Jack
Reddy, y un periodista de Minnesota, su gran amigo George Barton.
Ni su mujer, Marie, ni sus tres niños. Nunca le hubieran permitido
seguir peleando, pero él sabía que la única manera de evitar la ruina de
los suyos era seguir batallando en los rings, aun a costa de acelerar
su condena de muerte. Ese día de octubre de 1923 en el que rumiaba su
pena y su mentira, Miske sintió algo. Quizá una premonición.
Llevaba nueve meses sin hacer deporte, descansando y a dieta, y se
sentía algo mejor, pero quizá notó algo que no sabría explicar. Veía a
su familia en la ruina y se imaginó cómo sería su vida sin él. Se dio
cuenta de que ese momento estaba cerca. Y se fue a hablar con su
manager."Búscame un combate", le pidió.
Reddy, evidentemente, le dijo que no: "Sabes que vas a morir si
peleas". Miske le miró a los ojos: "¿Qué más me da morir en el ring que
esperar a la muerte sentado en una silla?". El dolor de ver a su familia
sin nada le consumía. Llegaban las Navidades y sus hijos no tendrían
regalos. Reddy accedió. Boxearía contra Bill Brennan el siete de
noviembre.
Nadie daba un centavo por Miske, visiblemente fuera de forma. Pero la
pelea fue increíble. En el quinto asalto, un fulminante derechazo
tumbaba a Brennan. El ganador levantó los brazos. Sólo acertó a decir
que se sentía muy cansado. Pasó unas semanas en la cama, y cobró la
bolsa.
Se fue a gastar los 2.400 dólares de premio: compró los muebles que
había vendido, encargó un piano para Marie (el sueño de toda su vida) y
juguetes para sus hijos. Los mejores que nunca habían tenido. Le sobró
dinero para mandarle algo a sus padres y dejarle a su esposa lo
suficiente para asegurarse el futuro cercano. Se volvió a la cama.
El día de Navidad se levantó a ver el árbol que había puesto el resto
de la familia. Agarró a su mujer de la mano y disfrutó con sus niños de
los regalos. Apenas podía comer, pero seguía disimulando: Marie le vio
devorar la cena.
El 26 de diciembre de 1923 ya no pudo tragarse el dolor. Llamó a su
manager y le suplicó que lo llevara al hospital. De camino le contó a su
mujer la verdad: desde hace cinco años le ocultaba una enfermedad que
le comía por dentro.
Seis días después, el 1 de enero de 1924, Billy Miske, 'El Rayo de
St. Paul', moría entre terribles dolores. Se fue pensando que el último
día de Navidad de su vida había sido el más feliz. Para él, pero sobre
todo para su familia. Había merecido la pena boxear sabiendo que era su
condena de muerte.
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