Las dos bombas atómicas que pusieron fin a la Segunda
Guerra Mundial se llevaron por delante la vida de miles de personas,
pero dejaron a otras muchas viviendo entre dos mundos, en una situación
que incluso hoy día es padecida por bastantes japoneses.
Las chicas de Hiroshima
Las 25 las chicas de Hiroshima, que viajaron a América en un vuelo muy especial, habían sufrido graves deformaciones producidas por la
explosión nuclear del 6 de agosto del 45. Fueron conocidas como las
“Hiroshima Maidens” y, durante un año y medio, abrieron la mente de los
estadounidenses como nadie había podido lograr antes sobre la herida
nunca cerrada de los bombardeos atómicos.
Las chicas seleccionadas, al poco tiempo de llegar a América, volaron
hacia Los Ángeles para ser protagonistas del programa de televisión más
conocido de la época, el célebre This is Your Life de
la NBC. Todo estaba previsto y nada podía salir mal. Las chicas de
Hiroshima aparecían detrás de un velo. El objetivo del programa
consistía en recaudar ayuda económica en forma de donaciones,
para llevar a buen puerto todas las operaciones.
Pero llegó un
invitado al show, que cambió para siempre la percepción “aséptica” del tema nuclear.
Apareció ante todos, con algunos síntomas de embriaguez, nervioso y
apesadumbrado, un hombre que deseaba realizar una modesta donación y,
además, quiso hacer una declaración que se convirtió en un torpe
monólogo, apenas sin sentido en el que lo más sobresaliente fue el
recuerdo de una frase que afirmó haber pronunciado volando sobre
Hiroshima el el 6 de agosto de 1945: “Dios mío, ¿qué hemos hecho?”.
Se trataba de Robert A. Lewis, el copiloto del bombardero B-29 Enola Gay,
que junto a Paul Tibbetts, dejó caer
al monstruo nuclear sobre la ciudad de Hiroshima. Su declaración ante
los estadounidenses, junto a las chicas de Hiroshima, fue uno de los momentos más sorprendentes de la historia de la televisión.
Nadie había calculado el poder de aquellas poderosas imágenes, cuando
las chicas de Hiroshima, en silencio, contemplaron la sombría estampa
del militar atormentado. La recaudación fue asombrosamente alta y
finalmente el velo de la ignorancia voluntaria sobre lo sucedido en
Hiroshima empezó a caer, gracias a las chicas de
Hiroshima.
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