Comparada con Bathory, esta violenta mujer, torturó hasta la muerte a más
de 130 de las jóvenes sirvientas que trabajaban en su finca, donde las arrastraba del pelo, les golpeaba la cabeza contra la
pared y las flagelaba salvajemente.
La horrible historia de Darya Nikolayevna Saltykova
Darya Nikolayevna Saltykova nació un 11 de marzo de 1730 en el seno de
una familia noble de origen moscovita. Comúnmente conocida como
“Saltichikha”, la condesa Darya ha sido catalogada como la “Bathory
Rusa” a causa de las más de 130 sirvientas que torturó y asesinó; según
dicen y aunque quizá sea solo un mito, bebiendo la sangre de las heridas
en algunas ocasiones…
La joven Darya se casó con Gleb
Alekseevich Saltykova, quién era Capitán de Regimiento de la Guardia
Real y pertenecía a la nobleza. Fue de ese matrimonio de donde heredó el
apellido Saltykova.
Darya tuvo dos hijos con el capitán
Alekseevich: Teodoro y Nicolás, quienes al igual que su padre sirvieron
en la Guardia Real. Todo parecía ir bien hasta que en 1755 ocurrió el
primer suceso clave en la transformación de Darya: la muerte de
Alekseevich, su esposo. Tras el infortunado suceso, Darya heredó el
enorme patrimonio de su esposo y pasó a ser la viuda más adinerada de
Moscú, adquiriendo entre otras cosas una enorme finca, con más de 600
sirvientes, en Troitskoe, cerca de Moscú.
Después de la muerte de su esposo, Darya fue con sus hijos a vivir en la
finca de Troitskoe, donde inicialmente no mostró crueldad alguna y más
bien, según contaron, se la veía triste la mayor parte del tiempo.
Incluso en aquel entonces se pensaba que era una buena persona, ya que
había hecho donaciones a muchas iglesias y monasterios.
Pero un día apareció en su vida el joven y guapo Nicolás Tyuchev y Darya, que estaba
envejeciendo y era una mujer solitaria, por
fin había encontrado algo que le animara la existencia, al punto de
que dejó de mostrar los ánimos acongojados con que anteriormente se la
veía. Sin
embargo ella no sabía que Nicolás tenía un romance con una bella chica
que, a diferencia de ella, estaba en plena juventud. Lejos de ser algo
ligero, en realidad el sentimiento de Tyuchev por la chica era tal que
ambos se casaron por secreto en una iglesia. Darya, que se enteró
prontamente de lo sucedido, entró en una crisis de celos e ira y mandó a
algunos de sus sirvientes a perseguir y asesinar a la pareja, pero sus
sirvientes no cumplieron con la orden y alertaron a Nicolás y a su joven
esposa, de modo que ambos escaparon con prontitud hacia Moscú y luego a
otra región de Rusia, quedando así fuera del alcance de la rencorosa
Darya.
El casamiento secreto y la huida de Nicolás Tyuchev, fue el suceso que
actuó como detonante el lado asesino de Darya, activando la ira contra seres indefensos, como las sirvientas a las
cuales torturó y asesinó. Y es que esas sirvientas eran siempre jóvenes
y muchas veces eran novias a punto de casarse, siendo así claro que
Darya veía en sus víctimas a la mujer que había escapado con Nicolás
Tyuchev.
Como era de esperarse, las quejas de los campesinos empezaron a surgir e
incluso se dieron 21 denuncias por escrito. No obstante las autoridades
no hicieron prácticamente nada e incluso tuvieron la vileza de
sancionar a algunos denunciantes, todo por la alta posición social de
Saltykova y por el poder de soborno que ésta tenía.
Pero en el verano de 1762, dos campesinos, que consiguieron escapar de la finca de Darya, llegaron
hasta San Petersburgo, para presentar un pedido
escrito a la emperatriz Catalina II “La Grande”, donde había quedado horrorizada e
indignada con las atrocidades que cometía Darya. Catalina no quería que la sanción impuesta a Darya le
causara problemas con la aristocracia, ya que esta clase social la había
ayudado a alcanzar el trono; pero, por otro lado, Catalina se sentía
realmente comprometida con la promesa de ser “la madre de todos los
rusos”, que había hecho ante sus súbditos hace pocos días atrás. Su
decisión fue por ello sabia y moderada: Darya debía ser arrestada hasta
que el Colegio de Justicia, tras un proceso investigativo, esclareciese
la verdad de los hechos para permitir así una sentencia justa y
definitiva.
Darya permaneció arrestada por seis años, donde los detectives consiguieron suficientes evidencias para declarar a
Darya de 138
casos de tortura y asesinato, condenándola a cadena perpetua, salvándose de la pena de muerte, porque necesitaba el apoyo de la nobleza.
Además, le quitaron los títulos de nobleza, las propiedades y el
dinero, aplicandole la llamada “muerte civil”. El 2 de octubre de 1768, fue despojada
completamente de sus ropas y encadenada a una plataforma en medio de la
Plaza Roja. Sobre su cuello se puso un letrero que decía: ‹‹Esta mujer
ha torturado y asesinado›. En esa hora cualquiera que lo desease podía
insultarla, tocarla, humillarla o lanzarle piedras, pero cuentan que la
gente sola la miraba con curiosidad o indignación y que nadie le lanzó
una sola roca o tan siquiera un insulto. Era una situación extraña, como
extraña era la mirada de Darya según dió a entender un cronista de la
época al escribir: ‹‹los ojos de Darya no eran de este mundo››
Después de once años de confinamiento,
Darya fue transferida a una cámara de piedra, provista de una ventana
con persianas. Para cuando llegó a su nuevo
alojamiento, Darya se había transformado en un ser mucho más trastornado
de lo que era anteriormente: escupía a los espectadores, los insultaba y
empujaba un palillo a través de la ventana como para herirlos o
asustarlos. Años atrás habría disfrutado del sol pero ya era tarde y los
años de encierro la habían convertido en una vieja loca que no toleraba
la luz, gustando así de que su oscuridad interior, fuese envuelta por
las tinieblas exteriores, que imperaban entre aquellas duras y frías
paredes de piedra.
En su nueva celda el tiempo pasó y a sus
71 años, el 27 de noviembre de 1801, la muerte se la llevó
para siempre, no pudiendo sin embargo llevarse el recuerdo de su nombre
que, junto al de contadas infames, permanecerá por siempre en la cima de
las más crueles mujeres de la historia.
Sus huesos yacen actualmente en el cementerio del Monasterio Donskoy, reposando junto a las osamentas de sus parientes.
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