El giri, que se puede traducir por honor, obediencia, deber social o el
autosacrificio para devolver la gratitud a aquellos que te han ofrecido
algo.
El honor del Samurai
Este concepto, heredado de la tradición samurái, sirvió a los kamikazes
para mentalizarse para dar su vida en misiones suicidas durante la
Segunda Guerra Mundial.
Pero también fue el artífice de una de las historias olímpicas más
destacables de todos los tiempos. Y ahora que estamos con unos Juegos
Olimpicos a la vuelta de la esquina, vale la pena recordar este instante
memorable...
Shun Fujimoto se rompió la rótula durante el ejercicio de suelo de la
final por equipos de los Juegos de Montreal 1976, pero ocultó su lesión
porque su país se jugaba el oro contra la Unión Soviética.
Después de eso, compitió en dos aparatos más, caballo con arcos y
anillas, con la mala suerte de que todavía se lastimó más y a lo que ya
tenía tuvo que añadir la dislocación de la rodilla y fractura de
ligamentos. Japón revalidó el oro, el quinto consecutivo, con solo
cuatro décimas de ventaja con respecto a la URSS, y nada le impidió
subirse por su propio pie a recoger la medalla en lo más alto del podio.
Se convirtió en un héroe nacional. "No hice nada especial. Solo quería
saber hasta dónde podía llegar y a la vez deseaba continuar con la
tradición de mi país", recordó con los años el gimnasta siguiendo otro
de los preceptos de la cultura nipona, la humildad.
Lo cierto es que sin su enorme sacrificio no hubiese sido posible la
medalla de su equipo. Cuando Fujimoto terminó el ejercicio de suelo se
encendieron todas las alarmas. Algo no iba bien. "Lo hice bien durante
la primera parte, pero después sentí dolor y una sensación extraña, como
si hubiera un hueco de aire en mi rodilla", explicó.
"Decidí ocultarlo, sobre todo a los jueces y a los rivales, no quería
que nadie supiese que estaba lesionado". Nanakorobi yaoki, dice otro
conocido proverbio japonés. Caer siete veces, levantarse ocho. Y dicho y
hecho. El líder del equipo oriental -formado además por Hisato
Igarashi, Hiroshi Kajiyama, Sawao Kato, Eizo Kenmotsu y Mitsuo
Tsukahara-, continuó en competición.
No podía borrarse porque, si lo hacía, Japón cedería el oro a la Unión
Soviética. El siguiente ejercicio era el caballo con arcos. Si ya de por
sí es uno de los aparatos más complicados por la proximidad del cuerpo
con el potro y la fácil pérdida del equilibrio, más si se hace con una
rodilla rota.
Fujimoto salvó la primera parte y también lo que más le preocupaba, la
salida. La nota, un 9,5 de 10. A los asiáticos les tocaba a continuación
anillas, un aparato que combina fuerza y explosividad y que se le daba
bien a Fujimoto, aunque en sus circunstancias, un salto desde más de un
metro de altura no era lo más indicado para su lesión.
"Aunque estaba lesionado, tenía que hacerlo, por mí y por el equipo. Era
bueno en las anillas, así que estaba confiado en que podía", afirmó el
protagonista. Su ejercicio fue redondo, incluso la salida, con una
recepción con piernas rectas y brazos levantados. La nota, un 9,7, la
mejor de toda su carrera.
Pero también, el fin de ella, porque este esfuerzo le causó la
dislocación de la rodilla y una fractura de ligamentos, con lo que no
pudo continuar en la final aunque todavía quedaban tres rotaciones. Su
esfuerzo, no obstante, fue una inspiración para el resto de su equipo.
"No pensé nada durante la caída, pero el dolor fue inexplicable. Solo
pensaba en lo que había hecho y que no lo podría haber hecho mejor.
Cuando ganamos el oro estaba tan aliviado que empecé a llorar, tenía la
responsabilidad del éxito de mi equipo", confesó.
Japón había revalidado el oro, una primera posición que no perdía desde
Roma 1960. Cojeando, fue a por la medalla. Subió al podio ayudado por
sus compañeros y con la pierna media doblada mereció su tan merecida
recompensa, a la que añadió la ovación que recibió por parte de todos
los presentes en el pabellón canadiense, rivales, entrenadores, jueces y
público.
Su hazaña todavía es recordada. Shun Fujimoto, que sigue ejerciendo como
entrenador a sus 72 años, también se acuerda de ella pero cuando le
preguntaron si lo volvería a repetir su respuesta fue un simple, claro y
rotundo "no".
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