Como todos los temas que nos rodean, existirán quiénes crean y quiénes no,
pero hay momentos en que todo puede ir al suelo con la ciencia y con
todo lo que la lógica enseña.. como tal es el caso de Miguel Juan Pellicer.
¿Existen o no existen los milagros?
La Oficina Médica de Lourdes es un ente que desde 1882, se encarga de
recibir los millones de casos de curaciones supuestamente milagrosas de
todo el mundo. Para que se declare un milagro, se aplican cuatro
criterios: que el diagnóstico de la enfermedad sea perfectamente claro,
que el pronóstico sea permanente o terminal a breve plazo, que la
curación sea súbita, y que ningún tratamiento pueda considerarse como
origen de esa curación, ni siquiera que la haya favorecido por esta
razón. Menos de un centenar de estos casos son verdaderamente aceptados
como tales; pero bien vale decir casi sin temor a equivocarse que
ninguno o casi ningún otro tiene las caracteristicas del de aquel a
quien nos referimos y que llevara al propio rey Felipe IV a besar la
pierna de un súbdito suyo como lo confirma la historia.
Nuestro protagonista nació en Calanda (Teruel) en Marzo de 1617, en una
humilde familia de labradores y a los 19 años se traslada a Castellón, a
casa de un tío suyo. Según la narración, llevando un día de finales de
julio de 1637, un carro cargado de trigo y tirado por dos mulas, sobre
una de las cuales cabalgaba Miguel Juan, cayó éste a tierra, pasándole
una rueda del carro sobre su pierna derecha y fracturándole la tibia en
su parte central. Es trasladado a Valencia e ingresa en el Hospital Real el día 3 de
agosto de 1.637, según consta en el Libro de Registro, que aún se
conserva. En este hospital sólo permanece cinco días, ya que añora sus
tierras por lo que solicita permiso para trasladarse a Zaragoza, y
después de casi dos meses de un tortuoso viaje llega a su destino a
primeros de octubre de 1637.
La
primera visita que realiza en Zaragoza, nada más llegar, es al Templo de
Nuestra Señora del Pilar de la cuál es muy devoto. Y a continuación es
ingresado en el Hospital General de Nuestra Señora de Gracia, allí le
atiende el cirujano Juan de Estanga, a la sazón Catedrático de medicina
de la Universidad de Zaragoza. Viendo el lamentable estado de la pierna
de Pellicer -que se encontraba ya en estado gangrenoso-, y tras
consultar con los cirujanos Miguel Beltrán y Diego Millaruelo, decide
amputarle la extremidad unos cuatro centímetros por debajo de la
rodilla.
Dicha pierna fue enterrada por un practicante en el cementerio
del hospital, dentro de un hoyo. Se le dió de
alta en el hospital, se le colocó una pierna de madera y se le
proporcionó una muleta en la primavera de 1638.
Para
sobrevivir hubo de recurrir a la limosna en una de las puertas del
Templo del Pilar lo que aprovechaba para oir misa todos los días en la
Santa Capilla, a la vez que se ungía con aceite de las lámparas el muñón
de la pierna para intentar suavizar el dolor.
Esta vida de Miguel Juan duró unos dos años, ya que decidió volver a su casa de Calanda. Después de una dura jornada de trabajo
en su casa, aproximadamente las
diez de la noche, entran sus padres en la habitación “a luz de candil”, y
perciben una “fragancia y olor suave no acostubrados allí”, y al
acercarse su madre para comprobar como se había acomodado Miguel Juan en
el lecho improvisado de aquella noche, lo encuentra durmiendo, pero,
según la leyenda local, ve admirada que por debajo de la capa paterna
asomaban no uno sino los dos pies cruzados. Sus padres lo despertaron
del profundo sopor en que se encontraba, ya en los primeros momentos, a
la luz del candil logran observar la persistencia de viejas cicatrices
de la “pierna amputada” las cuales eran la de la carreta al pasar por
encima, una de un grano mal curado y otra de un perro que le había
mordido. Pero al momento del accidente, el joven aún no había completado
su desarrollo, la pierna era un poco más corta que la otra, por lo que se
le conoció como el cojo de Calanda. Debieron pasar 2 meses antes que
estuviese completamente normal.
El día 2 de abril, cinco días después D.
Miguel Andreu notario de Mazaleón, levanta acta notarial de “tan
impresionante hecho”. El original de esta Acta con todo el protocolo del
año 1640, se conserva en el Archivo del Ayuntamiento de Zaragoza, el 25
de abril Miguel Juan y sus padres llegan a Zaragoza para dar gracias a
la Virgen del Pilar. El Cabildo de Zaragoza remitió al Conde-Duque de
Olivares la información del hecho para que, a su vez, la pusiera en
conocimiento del Rey Felipe IV. Declaran en dicho proceso: Facultativos y
sanitarios (5 personas), entre ellos el cirujano que le amputó la
pierna, familiares y vecinos (5 personas), autoridades locales (4
personas), autoridades eclesiásticas (4 personas), personajes diversos
(6 personas, destacando a dos mesoneros de Samper de Calanda y de
Zaragoza).
A finales del siglo XVII, comienza la construcción en Calanda de un
templo, ubicado en la casa en donde se ubicara la habitación del joven y
dedicado a la Vírgen del Pilar, a quien se le atribuye el milagro.
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