jueves, 27 de enero de 2011

La triste historia de "Las Chicas del Radio"

Después de muchos años, lograron por vez primera, reclamar sus derechos del trabajador y demandar por condiciones laborales abusivas.
Las Chicas del Radio

En 1898, Marie Curie (Aquí junto a su esposo, Pierre) logró aislar el Radio en estado puro, estableciendo definitivamente su condición de elemento en la tabla periódica. La manipulación y experimentación de este elemento, le supuso dos premios Nobel y una anemia aplásica que acabó con su vida. Hoy en día, sus anotaciones y cuadernos de sus trabajos, no pueden manipularse sin antes protegerse con ropa radiactiva.

Las propiedades fosforescente del radio, fueron inmediatamente aprovechadas por la industria militar norteamericana, para construir sus aparatos e instrumentos de navegación nocturna, como relojes y velocímetros de vehículos militares. Para ello depuraron la extracción del radio de un mineral llamado carnotita y así producir la mayor patente de pintura luminosa, radiactiva y venenosa de la historia: El Undark.

La United States Radium Corporation en Orange, Nueva Jersey, fue la primera empresa encargada de la fabricación y distribución del peligroso pigmento y de varias de sus técnicas, para la fabricación de los componentes militares. La más avanzada de todas ellas era la aplicación del producto mediante la ”tecnología manual aplicada de primera generación” esto es, a pincel y mano descubierta. Y no hay mejor mano, que la delicada y femenina.

Mientras los directivos sospechaban y se protegían con máscaras y guantes plomados, las 70 mujeres contratadas en la fábrica para las tareas de manipulación y pintado, lo hacían con uniforme corporativo y como si de pintura al óleo se tratara.

Nadie les informó de lo peligroso de la manipulación del Undark. Todo por la buena imagen de la empresa. Unos 4.000 empleados pasaron por la peligrosa fábrica. Con delicados pinceles de ‘pelo de camello’ aplicaban el producto en las agujas y los marcadores de los relojes y contadores; chupando una y otra vez los restos, para afilar la precisión de las pequeñas brochas.

Incluso pensaban que era cómo un juego divertido de coquetería, ya que utilizaban la pintura luminosa para maquillarse las uñas, dientes y espolvorearse el pelo en los escasos escarceos laborales que hacían con la ingenuidad de su peligrosísima ignorancia.

Cobraban un centavo y medio de dólar por cada dial pintado, pero se llevaban a casa material radiactivo y luminiscente. Poco a poco las mujeres fueron enfermando: Anemias, neoplasias, necrosis y lo que más tarde se bautizó como ‘Mandíbula de Radio‘.

Mientras varios informes, pagados por los propietarios del negocio, intoxicaron a la opinión pública, achacando los síntomas a enfermedades de transmisión sexual como la sífilis, en un intento de manchar la reputación de las trabajadoras.

No fue hasta que una de ellas demandó a la empresa, logrando movilizar a la opinión pública, en lo que se considera la primera demanda por daños ocasionados en condiciones laborales abusivas.

A Grace Fryer le costó dos años y 9 dientes encontrar al abogado Raymond Berry, único letrado que aceptó preparar la demanda contra la United States Radium Corporation. Con el apoyo de cinco chicas más de la fábrica y la complicidad de unos medios muy sensibilizados por la historia, llevaron el litigio a los tribunales en 1928.

Todo fueron problemas y obstáculos para las chicas, pagados con el dinero del Radio y médicos corruptos que se vendió a la empresa. Afortunadamente las secuelas de las chicas, hacían evidente lo incuestionable.

Las diferentes muestras de polvo recogidas en el taller en varios lugares y de las sillas no utilizadas por las trabajadoras, eran todas luminosas en un cuarto oscuro. Los cabellos, rostros, manos, brazos, cuellos, los vestidos, la ropa interior, incluso los corsés eran luminosos. Una de las chicas mostraba puntos luminosos en sus piernas y muslos. La espalda de otra era luminosa casi hasta la cintura.

La empresa fue condenada finalmente a pagar 100.000 dólares y una pensión mensual y vitalicia de 600 dólares a cada una de las ‘chicas radiactivas’. Aunque muchas de ellas no llegaron a cobrar una sola mensualidad.

Varios meses después la fábrica cerró abrumada por las dificultades en el modelo de negocio de un producto peligroso. Nadie quería trabajar ya para la United States Radium Corporation.

La última trabajadora murió de cáncer en 1930. Pero no fue en vano. Con ellas se despertó el movimiento sindical por la defensa de los derechos civiles del trabajador, ratificado en 1948. Y se modificaron, además, todos los procedimientos para la manipulación de los pigmentos y sustancias radiactivas.

Todavía hoy se puede medir la radiación emitida por muchas de las tumbas de las ‘Chicas del Radio’. Y si tienes un reloj analógico de antes de 1968, es seguro que utilizaron compuestos radiactivos como el Undark, que mató muchas vidas en su construcción.

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