Esta es una de las historias de superación en el deporte más increibles que se pueden contarLa hazaña de Jason McElwain
Jason McElwain es un joven autista, nacido en un suburbio de Nueva York, que desde pequeño mostró una gran pasión por el deporte de la canasta. Así que a nadie extrañó que al entrar al instituto se enrolara con los Trojans, el equipo de baloncesto del centro. A partir de ese momento y durante tres años, acudió puntual como un reloj a todos los entrenamientos y partidos.
Desde el comienzo hacía de todo en el equipo, desde controlar las estadísticas a repartir agua a sus compañeros. Incluso animaba a los jugadores desde la banca, pero jamás jugaba. Su baja estatura y su problema de autismo lo obligaron a calentar banco eternamente. No comenzó a hablar hasta que cumplió los 5 años y aún hoy en día tiene dificultades para comunicarse, no interpreta el lenguaje corporal y carece de las llamadas habilidades sociales.
Pero todo cambió cuando los Trojans disputaron el último partido de la temporada ante el poderoso Spencerport. Ese día el entrenador Johnson, como premio al arduo trabajo que había venido realizando durante tanto tiempo, quiso premiarle haciéndole jugar. Empezó en el banquillo, pero a falta de 4 minutos para el final del encuentro, y con una ventaja de 20 puntos a su favor, llegó el momento tan esperado. Enfundado en la camiseta número 52 y con una cinta al pelo, Jason entró a la cancha ante los aplausos de una grada entregada y llena hasta los topes. A los pocos segundos de debutar, recibió un balón y se jugó un triple que no tocó ni aro. Al poco tiempo, en el siguiente ataque, sus compañeros volvieron a asistirle y Jason hizo un tiro cercano a canasta y volvió a fallar.
Pero el destino es caprichoso, y ese día Jason estaba llamado a hacer grandes cosas. En la tercera posesión que tenían, recibió el balón y se jugó otro triple desde 7 metros, pero esta vez entró. El sueño se había tornado en realidad y la grada estalló en una ovación atronadora para felicitarle por lo que acababa de hacer. Lo que en ese momento nadie sabía era que la exhibición de Jason acababa de comenzar. En la siguiente jugada, volvió a jugarse otro triple... que volvió a anotar. A continuación, y casi sin tiempo para asimilar lo que acaba de suceder, J-Mac volvió a lanzar a canasta desde más allá de la línea de 6,25 y la volvió a clavar. Ya iban 3 triples en menos de un minuto. La gente alucinaba. Con razón, la grada coreaba su nombre, sus compañeros de equipos no daban crédito a lo que estaban contemplando. Cuando quedaban menos de 2 minutos para la finalización del encuentro, Jason volvió a recibir un balón en ataque y, cómo no, se la volvió a jugar. El muchacho estaba en racha y se tiraba hasta las zapatillas. Pero lo bueno es que volvió a anotar. Lo mismo sucedió en la siguiente jugada. Y en la siguiente, aunque esta vez la canasta fue de 2 puntos.
Jason no tuvo compasión con el rival, que vio cómo anotó su sexto triple sobre la bocina que marcaba el fin del encuentro. En apenas 4 minutos había anotado 20 puntos, el récord en la historia del instituto. Ni que decir tiene que al acabar el partido, la grada saltó a la pista para felicitar al héroe del día, que salió del campo a hombros. Desde entonces ha acudido al programa de Oprah Winfrey, ha conocido a George Bush, a Magic Johnson, ha recibido el premio que la ESPN concede al mejor momento deportivo del año, ha hecho el lanzamiento de honor en un partido de béisbol, han compuesto una canción en su honor. Incluso sus padres ya han alcanzado un acuerdo con Columbia Pictures para que esta productora lleve la hazaña de Jason a la gran pantalla.