Los alemanes fueron muy confiados al encuentro puesto que ellos eran deportistas preparados y los jugadores del Dinamo eran obreros de fábricas con escasa preparación futbolística y casi hambrientos. Comenzó el partido y los alemanes meten el primer gol de la tarde, pero terminan el primer tiempo perdiendo 2 a 1 contra el Dinamo. En los vestuarios llega un oficial alemán y advirtió a los jugadores que los alemanes jamás habían perdido un partido en territorios ocupados y que si ganaban el partido serían todos fusilados.
Los jugadores volvieron al campo y haciendo caso omiso de la amenaza, metieron el tercer gol a los alemanes. El estadio era una locura sin dar crédito a lo que veían. Y al poco tiempo llegó, el cuarto gol. Antes de llegar a los 60 minutos de partido, el árbitro dio por terminado el partido y los jugadores del Dinamo fueron conducidos a un barranco, donde inmediatamente dieron la orden de fusilarlos.
Pero los alemanes querian la revancha, para demostrarles su superioridad. El estadio Zénit estaba repleto hasta las banderas. Antes del choque, un oficial alemán entró en el vestuario y dijo en ruso: “soy el árbitro, respeten las reglas y saluden con el brazo en alto”, exigiéndoles que hicieran el saludo nazi, pero no lo hicieron. Al contario, se lo llevaron al pecho y en lugar de decir “!Heil Hitler” gritaron:”!Fizculthura¡”, un eslogan soviético que proclamaba la cultura física.
El partido en su primera mitad estaba 2-1 a favor de los Dinamo. Hubo más visitas al vestuario, esta vez con armas y advertencias claras y concretas: “si ganan, no queda nadie vivo”. Los jugadores tuvieron mucho miedo y se plantearon no salir al segundo tiempo. Pero pensaron en sus familias, en los crímenes que se cometían, en la gente sufrida que en las tribunas gritaba por ellos. Y salieron. Les dieron a los nazis un verdadero baile. Hacia el final del partido, cuando ganaban 5 a 3, el delantero Klimenko quedo mano a mano con el arquero alemán. Lo eludió y al estar solo frente al arco, cuando todos esperaban el gol, se dio vuelta y pateó hacia el centro del campo. Fue un gesto de desprecio, de burla, de superioridad total. El estadio se vino abajo. Después del partido fueron torturados y fusilados.
Ésta es la historia del dramático “Partido de la Muerte”. Todavía hoy, los poseedores de una entrada para aquel partido tienen derecho a un asiento gratis en el estadio del Dinamo de Kiev. En las escalinatas del club, custodiado en forma permanente, se conserva actualmente un monumento que saluda y recuerda a aquellos héroes que defendieron su club con la vida. De aquella hazaña queda un recuerdo, que para los hinchas del Dinamo, vale más que todas las "Orejonas" de la Champios League: Una fotografía donde figuran los nombres de los jugadores con una leyenda: “De la rosa solo nos queda el nombre”.
Fuente: Historia y deporte
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