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Además de dominós usaron: 6.000 piezas de dominó, 10.000 libros, 400 llantas, 50 refrigeradores, 45 roperos y 6 autos. Aunque se ven muchos más objetos en el vídeo, como maletas, calendarios, cajas de fósforos, un zapallo, muletas, panes, botes de pintura y colchones.
El slogan que usa Guinness en esta publicidad dice:
Crimm colapsó en casa de su hermano Ryan y fue llevada al Centro Médico de la ciudad de Oklahoma el 16 de agosto. Los médicos dijeron que el tumor invasor había comenzado hacerle efecto.
Pero una hermosa mañana soleada, dos días después, Crimm se sentía bien. Su hermano volvió a sus negocios. Pero al medio día el corazón del bebé mostró severas complicaciones y 90 minutos después el corazón de Crimm se detuvo. Inmediatamente la resucitaron y decidieron practicarle una cesárea, para sacar a Dottie Mae, de casi un kilogramo.
Los médicos le dijeron a su hermano que con un tratamiento podían ofrecer una pequeña posibilidad de que sobreviviera al cáncer. Pero el cáncer había cruzado uno de sus ojos. Su garganta se paralizó y cuando hablaba, era difícil entenderla. Cayó en inconsciencia. Su hermano obtuvo la tutela, pues Crimm le decía con frecuencia que si no sobrevivía, ella quería que él y su esposa cuidaran de su bebé junto a sus cuatro hijos.
El 8 de septiemnbre, Crimm dejó de respirar. Médicos advirtieron a los familiares que ella probablemente ya estaba muriendo. Su corazón se había detenido, pero fue resucitada nuevamente. Ella aún no había tenido entre sus brazos al bebé cuya vida había preferido por encima de la suya.. Estaba en la última etapa del tumor cerebral. Una enfermera, sumamente conmovida, platicó con los médicos sobre la posibilidad de mostrarle a Crimm su bebé con los más altos cuidados.
Finalmente, cuando Crimm despertó su hermano le preguntó si quería ver a Dottie, ella abrió los ojos y alzó sus manos, como si preguntara “dónde está”. Levantaron a la bebé de la incubadora bajo la atenta mirada de su madre. La colocaron sobre su pecho. Madre e hija se miraron a los ojos durante varios minutos. Ella sonrió a su bebé porque al fin estaba en sus brazos. Nadie dijo una sola palabra. Las lágrimas lo decían todo.
Así que, por su cuenta y riesgo, ya que para la comunidad científica aquello era una aberración, extrajo pus de una pústula de la mano de Sarah Nelmes, una ordeñadora que había contraído la viruela de las ubres de su vaca, e inoculó el virus a un joven de 8 años, James Phipps (el cuál no había padecido la afección).
El niño desarrolló una leve enfermedad que desapareció sin la menor complicación… en 1796 se había probado, con éxito, la primera vacuna. Todavía tuvieron que pasar varios años, y muchas críticas, para que el método de la vacunación se estableciese como medida preventiva de la viruela.
El rey español, Carlos IV, decidió organizar, y financiar, la Real Expedición Filantrópica que llevaría la vacuna de la viruela al continente americano. Pero había un problema… ¿cómo llevar la vacuna en un viaje de 2 meses?
La única forma de transporte era inoculada en el propio individuo. Estos “originales recipientes” debía ser niños, ya que los adultos podían haberse inmunizado y no desarrollar las pústulas necesarias para extraer el virus. Así que, se buscaron “voluntarios” entre los niños abandonados y recogidos en los hospicios que, recordemos, estaban al servicio del Estado (eran los conejillos de indias).
Se calculó que con 20 niños sería suficiente para cruzar el charco. La expedición partía el 30 de noviembre de 1803. Se inocula el virus al primer niño y como no es inmune a la viruela desarrolla la enfermedad, y las consiguientes pústulas, antes de que se cure se vuelve a extraer el virus y se inocula a otro niño y así, sucesivamente, hasta llegar al Nuevo Mundo… Y gracias a los niños vacuníferos, así se les llamó, llegó la vacuna al continente americano.