Los comunicadores de la ciudad más peligrosa del mundo han cambiado su forma de trabajar, su política editorial y tomado medidas de seguridad para sobrevivir. En el día pelean por la exclusiva, por las noches reportean en grupo y algunos usan chalecos antibalas.
Todos los periodistas, en especial los de policiales, han sido amenazados. En una ocasión los narcotraficantes intervinieron la frecuencia y a través de las radios lanzaron una amenaza general: “No se metan con nosotros, ni lleguen a las escenas (del crimen) cuando aún estemos presentes”.
Se evitaron de pronunciar palabras como: “gatillero”, “sicario” y “ejecución”, por términos neutrales que no pusieran en riesgo al personal noticioso. Incluso los cárteles de la droga se peleaban hasta el espacio en los informativos, para tener la exclusiva.
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