La pinacoteca ha tenido que lamentar más sustos. En 1991, el museo fue desalojado por una amenaza de bomba. Un año después, generó mucha polémica la aparición de goteras en el techo de una sala contigua a la de Velázquez. Percance que fue remendado a base de biombos y cubos, pero que evidenció el mal estado de la estructura. Después de los atentados del 11-M, un vándalo conocido como el “lanzahuevos” manchó en reiteradas ocasiones la fachada del museo con pintura roja y negra. Fue detenido, según relata la Policía, “con la huevera en la mano”.
En 1989, los billetes de Metro de Madrid llevaron impresos cuadros de Goya. Una iniciativa con la que, según contaba el entonces presidente del Metro, Guillermo Vázquez, se pretendía mejorar, entre otras cosas, la limpieza de los subterráneos “pues los usuarios se pensarán dos veces arrojar el billete al suelo”.
Tres años más tarde, el Prado se despedía del “Guernica”, obra de Picasso, para ser expuesto en el Reina Sofía. En 1993, comenzaba la modernización de la pinacoteca con la instalación de las primeras guías explicativas en forma de receptor portátil y, además, el museo celebraba la donación del ex ministro de Economía Carlos Solchaga de un cuadro de Goya que colgaba de una de las paredes de su despacho del Ministerio.
La consolidación del Prado como una pinacoteca clave en el circuito de arte internacional se debe, en gran medida, al aumento incesante de visitantes y a un programa ambicioso de exposiciones. Si en 1988 era noticia que el museo alcanzaba 1.184.083 visitantes, en 2008 lo era haber recibido a 2.759.029.
Los 192 millones de euros que la pinacoteca ha destinado para un nuevo plan de acción entre 2009-2012 confirman que el Prado no cesa en su empeño por crecer. Los próximos objetivos están al caer: una nueva ampliación con la puesta en marcha del Salón de Reinos y la reordenación de su colección, que permitirá una visita cronológica de las obras.
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