Ha sido testigo de huelgas, protestas, ampliaciones y, sobre todo, de mucho arte
190 AÑOS DEL MUSEO DEL PRADO
De las 311 obras que albergó el Museo del Prado en 1819, año de su inauguración, hasta las 1.000 que acoge expuestas a fecha de hoy, y a las que hay que sumar las miles que descansan en sus fondos, han pasado 190 años. Casi dos siglos en los que la pinacoteca se ha consolidado entre las mejores del mundo. En los últimos años, ha sido testigo de ampliaciones, protestas laborales, cambios en la dirección y polémicas, a lo que han sobrevivido las pinturas y esculturas que alberga.
Durante los últimos años no todo ha sido cordialidad. Los trabajadores del museo protagonizaron durante la década de los 90 airadas quejas que se tradujeron en encierros en las salas del museo y huelgas. En 1996, protestaron por la congelación de sueldos acordada por el Gobierno de Aznar y porque se dudó de la seguridad de la pinacoteca tras el hallazgo de un cuadro ajeno a la colección que pasó inadvertido cuatro días. El artífice de la burla había sido el pintor Víctor Ruiz Roizo al conseguir colgar con silicona uno de sus cuadros en la sala donde se exhibían por entonces pinturas flamencas.
La pinacoteca ha tenido que lamentar más sustos. En 1991, el museo fue desalojado por una amenaza de bomba. Un año después, generó mucha polémica la aparición de goteras en el techo de una sala contigua a la de Velázquez. Percance que fue remendado a base de biombos y cubos, pero que evidenció el mal estado de la estructura. Después de los atentados del 11-M, un vándalo conocido como el “lanzahuevos” manchó en reiteradas ocasiones la fachada del museo con pintura roja y negra. Fue detenido, según relata la Policía, “con la huevera en la mano”.
En 1989, los billetes de Metro de Madrid llevaron impresos cuadros de Goya. Una iniciativa con la que, según contaba el entonces presidente del Metro, Guillermo Vázquez, se pretendía mejorar, entre otras cosas, la limpieza de los subterráneos “pues los usuarios se pensarán dos veces arrojar el billete al suelo”. Tres años más tarde, el Prado se despedía del “Guernica”, obra de Picasso, para ser expuesto en el Reina Sofía. En 1993, comenzaba la modernización de la pinacoteca con la instalación de las primeras guías explicativas en forma de receptor portátil y, además, el museo celebraba la donación del ex ministro de Economía Carlos Solchaga de un cuadro de Goya que colgaba de una de las paredes de su despacho del Ministerio.
La consolidación del Prado como una pinacoteca clave en el circuito de arte internacional se debe, en gran medida, al aumento incesante de visitantes y a un programa ambicioso de exposiciones. Si en 1988 era noticia que el museo alcanzaba 1.184.083 visitantes, en 2008 lo era haber recibido a 2.759.029.
Los 192 millones de euros que la pinacoteca ha destinado para un nuevo plan de acción entre 2009-2012 confirman que el Prado no cesa en su empeño por crecer. Los próximos objetivos están al caer: una nueva ampliación con la puesta en marcha del Salón de Reinos y la reordenación de su colección, que permitirá una visita cronológica de las obras.